1.- No te precipites.
2.- Manténte en silencio. Deja siempre al que sufre contar toda su pena, con sus propios silencios, sin interrumpirle nunca.
3.- Deja que exprese a fondo sus sentimientos de culpabilidad. No adormecerlos, minimizarlos o relativizarlos enseguida. Porque reconocer y confesar libera.
4.- No respondas inmediatamente a los por qué. Escucha primero hasta el final y ayuda a la gente a vivir con sus por qué.
5.- Ayuda a que la gente dé alguna muestra de su desdicha. A arrancarlos de la inacción y la parálisis.
6.- Atrévete a visitar a las personas que lloran la pérdida de un ser querido. No pienses nunca: Tal vez les haga sufrir. Sigue visitándolas. Cada uno debería pensar: A estas alturas seguramente han superado ya el duro golpe.
7.- No te preguntes nunca: Qué puedo decirles? No hay nada que decir, sólo escuchar.
8.- Al año siguiente escríbeles unas líneas, una palabra amable o un recuerdo que conserves del difunto.
9.- No te contentes con hablar del difunto silenciando la pena de quienes le han sobrevivido.
10.- Guárdate de consideraciones religiosas si no sueles hacerlas nunca o si, personalmente, no crees más que a medias. Pero si crees, no dudes en decir tranquilamente de dónde extraes tú la fuerza y el consuelo.
Cardenal G. Daneels
Arzobispo de Malinas-Bruxelas